jueves, 22 de marzo de 2012

La Rioja. Pero qué a gustito.


Para todos aquellos que no la conozcan, La Rioja es la eterna desconocida que siempre conmueve, emociona, ilusiona y rara vez no logra que el forastero quiera repetir.

El camino de Santiago hace un alto en el trayecto para ofrecer un sinfín de actividades en una localidad privilegiada. La tierra del vino sabe sacar una sonrisa tanto a mayores como a pequeños. Es la región donde mejor se vive, donde mejor se come y por su puesto, y sin quitarle importancia, donde mejor se bebe.


La Rioja huele a sarmiento, a asado, a tierra mojada. La Rioja sabe a garnacha, a graciano, a tempranillo, a pimiento, a laurel y a moscatel.

Qué mejor maridaje que un Rioja. Qué mejor compañía que un riojano.
Y se lo digo yo, que por circunstancias del sino, quiso la vida que fuese navarra.
Menos mal que crecí a orillas del Ebro. Menos mal que corrí entre viñas. Menos mal que me conmuevo al pasar por unos silenciosos Cameros y menos mal, que me emociono al escuchar la jota de los chopos de la rivera o al canturrear que Logroño es mi pueblo,cruce de caminos y puente sobre el Ebro.

Pero para sentir todo esto, uno tiene que haber callejeado mucho, haberse perdido por sus rincones, haber degustado sus múltiples pecados gastronómicos y haberse emborrachado con la mejor de las compañías.
El olor de la Calle Laurel no se confunde, tampoco su resaca; En mi memoria queda la estructura de sus calles, sus murallas protectoras, la brisa a orillas del Oja, el sentir cercano de los lugareños y el pues cantarín en sus frases.

Desde luego, y como decían los horteras productores de las galas de TVE, La Rioja es TIERRA ABIERTA.

Les invito a entrar. Iremos, poco a poco, descubriéndola.